Para el presidente de ENARSA, quien pagaba el viaje, los pasajeros invitados por Claudio Uberti fueron una sorpresa. Hay polémica entre los organismos de control sobre qué rol cumplió cada uno al frenar el dinero.
Alberto Amato
aamato@clarin.com
Para el presidente de ENARSA, quien pagaba el viaje, los pasajeros invitados por Claudio Uberti fueron una sorpresa. Hay polémica entre los organismos de control sobre qué rol cumplió cada uno al frenar el dinero.
Alberto Amato
aamato@clarin.com
Para el presidente de ENARSA, quien pagaba el viaje, los pasajeros invitados por Claudio Uberti fueron una sorpresa. Hay polémica entre los organismos de control sobre qué rol cumplió cada uno al frenar el dinero.
Perdón, ¿los compañeros?
-Son colegas de PDVSA.
Exequiel Espinosa, tal vez tranquilizado por la respuesta que había recibido de Claudio Uberti, apenas murmuró un "Ah, bueno", saludó uno por uno a los cinco venezolanos que se habían agregado por sorpresa al pasaje del Cessna Citation X , matrícula N 5113 S, y se sentó en el único asiento del jet que quedaba libre. Se ajustó el cinturón y aceptó de buen grado el trago de rigor, previo al despegue.
Eran cerca de las seis de la tarde del viernes 3 en el aeropuerto de Maiquetía, Caracas. Y el jet de última generación que Espinosa, presidente de la empresa estatal ENARSA, había contratado en Buenos Aires para un viaje de ida y vuelta a Venezuela, salía hacia el Aeroparque Jorge Newbery. Y hacia el escándalo.
Sólo ocho horas separaban ese viaje apacible del descubrimiento en la Aduana del Aeroparque de 790.550 dólares en una de las maletas de los pasajeros de ese vuelo. Quien se hizo cargo del intento de ingresar al país esa suma fue Guido Alejandro Antonini Wilson, un hombre parco, lacónico, pero de decisiones rápidas y definiciones contundentes, a quien Espinosa recuerda por un par de detalles, según narró a sus amigos en el Gobierno: "Era un gordo grandote, muy bronceado, con una camisa llamativa", dijo. El otro dato: fue el único pasajero que no pronunció palabra a lo largo del viaje.
Todo había empezado el día anterior, cuando el Cessna Citation salió del Aeroparque con tres únicos pasajeros: Espinosa, Uberti y Victoria Beresiuk, su secretaria. Uberti era hasta entonces director del Organismo de Control de Concesiones Viales (OCCOVI), hombre de confianza del ministro de Planificación, Julio De Vido, y un funcionario con acceso directo al presidente Néstor Kirchner.
En los crípticos códigos que a menudo maneja el Gobierno, la jerarquía de algunos funcionarios se mide por su acceso, o no, al reducto presidencial de Olivos. Y Uberti lo tenía. Fue en Olivos donde, el martes 7, con el gobierno envuelto en otro caso de corrupción y después de recibir a la vicepresidenta del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, la pareja presidencial decidió echar a Uberti.
Los tres funcionarios, Espinosa, Uberti y Beresiuk, llegaron a Caracas en el taxi aéreo por el que ENARSA pagó cerca de 90.000 dólares, una cifra que parece excesiva si se tiene en cuenta que los costos operativos de la máquina oscilan en los siete mil dólares. ENARSA contrató el vuelo a Royal Class, una empresa subsidiaria de Royal Air (también cobija a Royal Services), creada luego de la disolución de Lanolec, la compañía de taxis aéreos de Alfredo Yabrán, que se suicidó en mayo de 1998. Su hijo, Pablo Yabrán, integra el directorio de la compañía.
El viaje a Venezuela tenía un motivo: concretar el acuerdo por la instalación de una planta conversora de gas anunciado por el presidente Hugo Chávez. Una inversión de 400 millones de dólares. Uberti era también el encargado de dirigir y supervisar todos los negocios del gobierno de Kirchner con el de Chávez.
Las gestiones en Caracas duraron un día. El viernes los tres funcionarios volvían a Buenos Aires, algunos, como Espinosa, ligeros de equipaje, como diría Antonio Machado. Pero había una sorpresa. Cuando el titular de ENARSA trepó al jet en Caracas, encontró abordo a cinco personas más. No se hace dedo a los taxis aéreos. Lograr un viaje gratis Caracas-Buenos Aires requiere por lo menos el visto bueno de quien está al frente de la misión, y aun de los pilotos.
Los cinco agregados al vuelo eran Nelly Cardoso, Wilfredo Avila y Ruth Berréenes, asesores de PDVSA, Daniel Uzcategui Arnado, hijo del vicepresidente de PDVSA en Argentina y el único pasajero que no era funcionario de ninguno de los dos gobiernos: Antonini Wilson.
De manera que en Maiquetía se elaboró un manifiesto de vuelo, con el detalle de pasajeros y de carga. El trámite es común a todos los vuelos y aún más a los que no son de línea, llamados vuelos de aviación general. Royal Class pidió a las autoridades del Aeroparque que atendieran su vuelo que llegaría en la madrugada del sábado 4 y aportó el manifiesto. Las autoridades (Aduana, Migraciones y Policía Aeroportuaria) supieron con antelación que el Cessna que había salido con tres pasajeros regresaba con ocho. Y si alguno había viajado ligero de equipaje, otros podían hacerlo ahora no tan ligeros.
El Cessna, una joya de la aeronáutica capaz de volar a 43.000 pies (13.000 metros), aterrizó a las dos y media de la helada mañana del sábado. Los pasajeros bajaron uno a uno. Primero Beresiuk, luego Uberti, en tercer lugar Espinosa y luego los cinco venezolanos: Cardozo, Uzcateguy, Berréene, Avila y por último, Antonini Wilson.
En la helada madrugada del sábado una camioneta de cuatro plazas esperaba a los pasajeros. Pero ya no eran tres, eran ocho, de modo que el vehículo debería hacer dos viajes para llevar a cada cual a su destino. Espinosa contó que hizo los trámites de migración y aduana muy rápido, casi no tenía equipaje, y trepó a la camioneta para huir del frío. Otros hicieron lo mismo. Del pasaje original muy pocos quedaron en el espigón sur del Aeroparque.
Cuando la valija de Antonini Wilson pasó por el escáner, el agente aduanero Jorge Lamastra descubrió que estaba llena de dólares. Preguntó a quién pertenecía el equipaje y Antonini Wilson admitió que era suyo. A partir de ese momento, la feroz interna que el escándalo desató entre la Aduana y la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), que incluyó al Poder Judicial, impide saber qué pasó exactamente.
Según la Aduana, Wilson no intentó ocultar la carga, y así reza en el acta que labraron esa agitada madrugada "sin ocultamiento", dice el documento. Pero la Aduana puede referirse a que los dólares no venían escondidos en un doble fondo de la maleta, negra y gris, con ruedas, o disimulados de otra forma. Pero la PSA afirma que Wilson dijo primero que el equipaje contenía "libros, papeles" y que luego admitió que había dinero, sí, pero apenas 60.000 dólares.
Varias versiones afirman que el venezolano intentó sobornar a empleados aduaneros y a policías aeroportuarios. La Aduana no hace mención a ese intento. Y la fiscal admitió que nadie declaró algo semejante. Uno de los agentes de la PSA, María de Luján Telpuk, narró que en determinado momento afirmó: "Vamos a hacer un acta o quedan todos presos". Por ello fue felicitada públicamente por el titular de la PSA, Marcelo Saín. Pero el episodio no fue relatado por Telpuk a la jueza María Marta Novatti, que ya no está al frente de la causa.
Una denuncia afirma que Uberti intentó evitar el escándalo y que la maleta entrara al país con su carga y que incluso invocó la autoridad del ministro De Vido. No hay registro en la causa judicial de este episodio y lo que otros testigos afirman es que sólo Uzcategui Arnado acompañó a Wilson en ese trance.
Por fin, Wilson, como si se tratara de un frasco de perfume, dijo "Quédenselo, quédenselo" en referencia a los 790.550 dólares. Se contó el dinero, se fotocopió cada billete y se labró un acta. Wilson, que ese sábado cumplía 46 años, dio como domicilio en Buenos Aires el de Viamonte 352, la sede de Royal Air y Royal Class y de una inmobiliaria, Aylmer, de la familia Yabrán.
La disputa entre Aduana y PSA, nacida por razones aún desconocidas, impide saber cómo se decidió la custodia del dinero. Según la Aduana, le pidieron a la PSA que resguardara los dólares y que la PSA se negó. Por eso la maleta pasó a ser custodiada en primera instancia por la Gendarmería. Voceros de la PSA dijeron el viernes a Clarín exactamente lo contrario: que la Policía Aeroportuaria se había ofrecido a custodiar la maleta, pero que la Aduana no aceptó: "Nos hacemos cargo nosotros", dicen que dijeron.
¿Cómo fue que un vuelo en el que viajaban tres funcionarios del Gobierno pasó por los controles aduaneros, un trámite que muchas veces, por cortesía, se evita? ¿Cómo fue que Antonini Wilson viajaba tan tranquilo con su maleta repleta de dólares?
Una fuente de la Fuerza Aérea confió a Clarín que en los vuelos oficiales que llegan de madrugada, suele usarse la plataforma militar, donde el rigor aduanero acaso no incluye escáners. Pero ese sábado "la plataforma militar estaba vedada" por la presencia del Tango 01 y -esto no pudo ser confirmado-, por alguna aeronave de avanzada de la comitiva venezolana que llegaría el lunes.
¿Por qué no fue detenido Antonini Wilson? La jueza sugirió en su momento que no fue avisada o bien a tiempo, o bien en forma correcta del episodio. La Aduana afirmó que a las siete de la mañana del sábado le comunicó la novedad a la secretaria de la jueza Novatti, que estaba de turno. El domingo a las doce, le envió un escrito. La expresión "sin ocultamiento" del acta ¿hizo que la jueza calificara el episodio como una simple infracción? Luego, cuando ya Wilson había dejado la Argentina, y con mayor información, cambió la carátula por intento de contrabando.
¿Pudo la Aduana tener un gesto de "cortesía" hacia los funcionarios y admitir la entrada de todos los pasajeros sin escanear sus valijas? El miércoles al mediodía, el titular del organismo, Ricardo Echegaray, reunió a todo el personal que actuó en el episodio y a sus superiores. Las versiones no hablan de una amable tertulia sino de un durísimo intercambio de opiniones que hizo que algunos funcionarios de jerarquía y experiencia abandonaran el encuentro.
Antonini Wilson dejó el país con una frase que desmiente su condición de hombre de negocios, petrolero rico, millonario misterioso. El hombre al que no le importó abandonar 790.550 dólares tiene otro concepto de sí mismo: "Llévense el dinero -dijo-.Yo soy un soldado. No me van a sacar de dónde viene ni hacia dónde va".
Al menos en eso fue honesto y cumplió.
Fuente: Clarín
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