La bravuconada de las últimas elecciones en las que amenazaba con sacar los tanques a la calle tenía, en realidad, unos objetivos más a largo plazo de lo que en principio podía parecer: primero, ponía a sus seguidores sobre aviso sobre la necesidad de tomar el poder violentamente y, segundo, le permitía observar si los altos mandos del ejército mostraban resistencia o malestar ante sus proclamas golpistas.
Al final, la subversión de la separación de poderes que busca Chávez puede terminar quebrantando la paz social que la democracia y la alternancia en el poder pretenden perseguir. Esperemos que todos los grupos sociales del país tengan la suficiente sensatez como para evitarlo.
Lea el editorial de Libertad Digital:
Chávez no se quiere ir
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